jueves, 27 de septiembre de 2012

My city in ruins

Dicen que el 11-S cambió la vida no sólo de los habitantes de Nueva York sinó de todo el mundo. La imagen de aquellos dos colosos viniéndose abajo para acabar convertidas en ruinas sin duda jamás se borrará de nuestras retinas. A cada uno le pilló en un lugar diferente pero todos (o casi todos) las vimos. A mí me soprendió comiendo en un bar de carretera de Almendralejo, después de haber salido aquella mañana de Lisboa en dirección Valencia y de haber hecho una parada para visitar Evora. 11 años después, toparme de nuevo con ellas, con las Twin Towers, de este modo, enteras pero abandonadas cual despojo, me ha hecho volver a recordarlas y también a convencerme aún más del fracaso al que está abocada la concepción capitalista de nuestro mundo.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Aquel verano en Biarritz



Aterrizó Julio con sus calores, su bochorno, esa pegajosa humedad que uno trata de combatir como puede mientras espera las anheladas vacaciones. Precisamente, ahora que el verano ya se ha instalado entre nosotros me encantaría evocar otros (veranos) pasados que debieron ser gloriosos pero que ahora son sólo una sombra.

Biarritz es una localidad costera francesa, vinculada tradicionalmente a Euzkadi. Un lugar de veraneo que suena añejo, a lujos de antaño, quizás por eso quisieron bautizar este hotel que no está ni en el País Vasco ni en la costa vasca gala sinó en mi querido Mediterráneo, concretamente en Alcanar, Tarragona, en la frontera con Castellón, al pie de la mítica N-340, una carretera nacional de las de toda la vida, plagada de camioneros, bares, hostales y, como no, puticlubs a porrillo



La carretera también la podríamos calificar de fantasma y no sólo por este ruinoso hotel  sino porque la pueblan otros establecimientos muertos que en su día vivieron el esplendor. Hay de todo, puticlubs, más hoteles, discotecas, etc...



Para entrar al Biarritz, deduzco que sus propietarios eran vascos o querían atraer al turismo del norte de España con el nombre, me hice acompañar por el buen amigo Ramón. El lugar es impresionante, con sus vistas al mar, multitud de habitaciones abandonadas pero con restos de colchones de moradores eventuales y pasajeros. Se conserva bastante bien a pesar de la invasión de grafitteros y demás saqueadores. El único gran peligro es un agujero inmenso que se abre a los pies del visitante en la segunda planta.




Bonita excursión, sin duda, que ya había sido inmortalizada por otro bloguero del terreno con más vena artística que quien os habla y al que recomiendo visitéis. También manda huevos que de un fin de semana de retiro familiar lúdico gastronómico en compañía de los Machos (Ramón, Cordills, Enrique y respectivas), los amigos de la infancia, en el ya conocido CarlosIII, uno vuelva con más fotos del Biarritz que de la familia, las mariscadas y los buenos momentos, pero... así es la vida.

PD: Este post fue publicado en el blog madre en julio de 2010

jueves, 13 de septiembre de 2012

Todo tiene un principio


Dicen que no hay dos sin tres ni tres sin cuatro. Así que héteme aquí con una nueva bitácora, la cuarta. Podría haberme centrado en otros submundos que habitan en mí (porno, football, Espanyol...) pero he preferido centrarme en aquellos que también deshabitan. A recordar su olvido dedicaré ahora mis esfuerzos y para empezar recupero las palabras de uno de mis posts dedicados a este tipo de sitios hace ya 4 años en mi blog primigenio:

Por extraños designios del destino quedaron desiertos, escondiendo una historia, unos secretos que morirán con ellos, convertidos en testigo mudo abocado a un fin incierto...Son los lugares abandonados... casas, mansiones, empresas, fábricas, incluso pueblos...

La guerra, el hambre, la muerte, la crisis, esos jinetes apocalípticos del ayer y el ahora acabaron con quienes moraban en su interior y condenaron a estos continentes, ahora vacios de contenido, a vagar quien sabe hasta cuando por el limbo de una memoria olvidada. Entrar en ellos (y aseguro que no soy el único) supone una lucha interna entre el miedo inicial y la curiosidad, una escoptofilia (no sé si sádica), como diría el profesor Gubern, un deseo irrefrenable de ver, de conocer, de imbuirse en vidas ajenas que uno quiere hacer suyas. La adrenalina se dispara durante ese tiempo. El silencio es el rey de estos espacios donde no hace mucho reinaban las palabras, las risas o el llanto... Y si de repente ese silencio se rompe, entonces.... entonces.... mejor no pensarlo.... porque hasta el momento las paredes no hablan, lástima!!